El tronco de Navidad es un postre indispensable y de los más clásicos que no puede faltar en las fiestas navideñas. De aspecto es bastante parecido al brazo de gitano: forma cilíndrica que parte de una plancha de bizcocho y alargada.
Normalmente el tronco de Navidad se rellena de nata, crema, trufa o turrón, y se recubre de chocolate, dándole un aspecto muy parecido al de una corteza de un tronco. Para hacerlo aún más real, aparte de recubrirlo con chocolate se añaden pequeñas porciones de chocolate sólida y ligera junto con hojas de azúcar, simulando el tronco de un árbol.
Las fiestas de Navidad y especialmente el Día de Navidad, celebrado el 25 de Diciembre, son días llenos de ilusión y de celebraciones familiares. Celebraciones acompañadas de comidas y cenas, largos y copiosos. Sin embargo, en estas celebraciones no pueden faltar postres de todo tipo: turrones, bombones, barquillos, o troncos de Navidad.
Historia del tronco de Navidad
El dulce se refiere al «tió de Navidad«. Es uno de los elementos de la mitología catalana y una tradición muy arraigada en Cataluña, Aragón, Occitania y Andorra.
La tradición consiste en coger un trozo de tronco o rama gruesa unos días antes del día de Navidad. Esta cepa se coloca en algún lugar de su casa, se cubre con una manta para que no tenga frío. Además, diariamente se alimenta hasta el día que se hace cagar. El tió varía en cada casa, que puede ir desde un trozo de madera, de corcho o una caja, entre otros.
Esta tradición tiene siglos de historia, la cual se relaciona con la naturaleza, la fertilidad y el solsticio de invierno. Es un ritual de origen rural, y que significa la abundancia. Es el augurio del renacimiento de la naturaleza después de la estación invernal.
Anteriormente se quemaba después de la cagada, pero actualmente se ha perdido la tradición al haber desaparecido gran parte de las chimeneas de las casas.